Calcuchimac fue un militar cuzqueño, nieto del Inca Wiracocha por línea materna, sirvió a órdenes de Huayna Capac durante la conquista del Guayas. Al iniciar Atahualpa la guerra por el poder contra su hermano Huáscar, contó con el apoyo de este experimentado general -junto a Quizquiz y Rumiñahui-, quien lo acompañó a lo largo de la campaña del norte. Cuando el inca se detuvo en Huamachuco a raíz de las noticias sobre los extranjeros que habían llegado a la costa septentrional peruana, Calcuchimac marchó con sus tropas a la retaguardia del ejército que iba a tomar el Cuzco. En el río Apurímac, al lado de Quizquiz, enfrentó a las huestes cuzqueñas que eran conducidas personalmente por Huáscar; perdió allí muchos hombres y se replegó. Reinició su marcha al sur y dio batalla en Cotabambas, para lo cual concentró la mayor parte de su ejército en los cerros vecinos y mandó una avanzada que fue fácilmente desbaratada, huyendo sus integrantes desordenadamente, refugiándose en un pajonal al que Huáscar ordenó prenderle fuego. La mayoría de los quiteños murió abrasada y los pocos que sobrevivieron terminaron aporreados por las tropas huascaristas que se habían ubicado en lugares estratégicos. Huáscar creyó que la victoria era total y ordenó una gran celebración, recibiendo sorpresivamente la arremetida del ejército unido de Quizquiz y Calcuchimac. La lucha fue dura y Huáscar fue finalmente capturado.
El sanguinario Calcuchimac
Tras la victoria a Huascar el camino al Cuzco estaba abierto y Calcuchimac ingresó triunfalmente, realizando una despiadada represión contra la nobleza cuzqueña. Tiempo después tuvo conocimiento de la captura de Atahualpa en Cajamarca y partió presuroso a rescatar por la fuerza a su rey. A regañadientes tuvo que detenerse en Jauja por órdenes precisas de Atahualpa. Ocurrió entonces una rebelión que se extendió rápidamente por el valle del Mantaro: los huancas eran decididos partidarios del Cuzco y se levantaron contra el ejército de ocupación de Calcuchimac. Pero las armas quiteñas terminaron por imponerse y la rebelión fue sofocada a sangre y fuego. A los pocos días llegaba a Jauja Hernando Pizarro, procedente de Pachacamac, llevando parte del tesoro que Atahualpa había ofrecido por su libertad; al ingresar a la plaza de Jauja vio un escenario pavoroso: un bosque de lanzas clavadas verticalmente en cuyo extremo superior había cabezas, lenguas o manos “que era cosa de espanto ver las crueldades que tenía hechas”. Calcuchimac fue encarado por un noble cuzqueño, Antamareca Mayta, quien le reclamó por las matanzas que había cometido diciéndole: “Hasta cuándo, Chalco Chima, han de tener fin tus crueldades. Cuándo será el día que tú y aquella bestia fiera de tu capitán Quizquiz os habéis hartos de humana sangre. Dime, rabioso tigre”. Calcuchimac respondió atacando al orejón cuzqueño pero fueron separados. Junto a Hernando Pizarro venían nobles quiteños, uno de ellos hermano de Atahualpa, con la orden de que Calcuchimac se trasladara a Cajamarca. Ante este mandato categórico no le quedó más remedio que entregarse a los castellanos.
Tortura de Calcuchimac
Al llegar a Cajamarca se presentó ante Atahualpa, descalzo en señal de vasallaje y portando una carga de leña sobre sus hombros. Se postró a los pies de su señor, llorando al verle cautivo. Pasaba el tiempo y el tesoro del Cuzco estaba retrasado. Francisco Pizarro pensó que Calcuchimac estaba comprometido en ello y lo acusó de conspirar contra los españoles, ordenando que fuera sometido a la tortura del fuego. Pudo haber terminado quemado vivo, ante la impasibilidad de Atahualpa, pero se salvó por la enérgica intervención de Hernando Pizarro, quien detuvo el tormento y ordenó que lo regresaran a su residencia. Calcuchimac jamás pudo recuperarse de sus heridas y tampoco perdonó a Atahualpa su indiferencia cuando era torturado. Desde entonces se distanció del inca prisionero y empezó a tramar una rebelión puramente militar contra los españoles, quienes recelaban de él dada la obediencia ciega que le demostraban sus hombres.
Calcuchimac envenena al Inca Tupac Huallpa
Tras la ejecución de Atahualpa, deseosos los españoles de seguir su marcha al Cuzco, buscaron un sucesor y lo hallaron en Tupac Huallpa, otro de los hermanos de Huáscar, quien era casi un niño. Por su infancia y debilidad de carácter no llegó a tener ascendencia sobre sus súbditos, creciendo la influencia y poderío de Calcuchimac. Esto se vio claramente cuando llegaron a Huamachuco: al surgir problemas en el abastecimiento de los tambos y en el servicio a tantos millares de personas, Calcuchimac compelió enérgicamente a los curacas de la zona a resolver de inmediato las dificultades. Era pues este sanguinario general más temido que el nuevo inca, a quien terminó envenenando en Jauja, convencido de que era incapaz de organizar la resistencia.
Fallecimiento de Calcuchimac
Eliminado Tupac Huallpa Calcuchimac quedó como el hombre fuerte de los indígenas. Pese a estar quemado y no poder caminar por sus heridas fue encadenado en previsión de una posible fuga. Prosiguiendo los españoles su marcha hacia el Cuzco llegaron a Jaquijahuana y recibieron a Manco Inca, quien habría de suceder a Tupac Huallpa. Francisco Pizarro no encontró mejor ocasión para deshacerse de Calcuchimac y lo entregó a Manco Inca, quien deseoso de vengar los crímenes cometidos contra sus hermanos ordenó que fuese quemado vivo. Allí mismo, ante el entusiasmo de los cuzqueños, se levantó la hoguera donde murió Calcuchimac invocando a Pachacamac, reacio a toda conversión cristiana.