Al surgir a la vida independiente el Perú, el Perú necesitaba demarcar sus fronteras. Fue creando mecanismos para desarrollar y fortalecer la naciente república, para lo cual tuvo que hacer frente a conflictos y largos procesos de negociación siempre en el marco de los principios del derecho, con el objetivo de defender su territorio. Producto de ello son los actuales límites territoriales, sustentados en los tratados internacionales firmados con cada uno de los países limítrofes.
Antecedentes coloniales
Al llegar al último terció del siglo XVII, el espacio de la audiencia de Lima, del que proviene el territorio con el que nace el Perú independiente y el cual delimitaba sus fronteras, quedó constituido; sin embargo, en el siglo XVIII la nueva dinastía española emprendió una serie de reformas orientadas por una nueva concepción de gobierno, por lo cual los espacios coloniales fueron rediseñados. Los cambios jurisdiccionales obedecieron a la lógica metropolitana de redistribuir dichos espacios, apuntando al mejor gobierno de estos.
Nuevos territorios virreinales
Con una nueva organización administrativa que impusieron las reformas borbónicas, no solo se crearon nuevos virreinatos, sino también capitanías generales e intendencias. En 1776, al establecerse el virreinato de Río de la Plata, se separaron los territorios de Buenos Aires y Charcas, y se anexaron a este último las zonas de Lampa, Carabaya y Azangaro. Al establecerse en 1787 la audiencia del Cuzco, se reintegraron al virreinato peruano estas tres zonas a la que añadieron Puno y Chucuito. En 1798, La Corona española emitió una Real Cédula por la que consagraban al autonomía de la capitanía general de Chile. Con la creación del virreinato de Nueva Granada se le adscribió el territorio la provincia de Maynas. Como parte de la política española de recomposición de los espacios coloniales se produjo más tarde la reintegración de Maynas y Quijos al virreinato peruano; dicha reintegración se fundamento en que su separación del virreinato peruano había producido su decadencia y los ponía en peligro del expansionismo luso-brasileño. Así, por la real cédula del 15 de julio de 1802, esos territorios volvieron a la jurisdicción virreinal peruana. Guayaquil fue reincorporada al virreinato peruano a través de cédula real de 1803, sin embargo en 1819 la Corona dispuso que los asuntos jurisdiccionales correspondían a la audiencia de Quito.
Fronteras del Perú naciente
Proclamada la independencia del Perú se debió determinar el territorio que le correspondía al Perú. Desde el primer momento, el Perú manifestó su disposición a respetar las demás nacionalidades y Estados que entonces emergían. Así, los principios en los que se sustentó la nueva conformación territorial fueron el uti possidetis, principio por el cual se reconocía a la nueva nación la posesión de los territorios que tenía cuando era colonia española, y cuando la voluntad de los pobladores de alguna provincia era pertenecer a otra jurisdicción, primó la libre determinación de los pueblos.
Situación con Guayaquil
A raíz de la victoria patriota en Pichincha el 24 de mayo de 1822, el destino de Guayaquil quedó pendiente de definición. Fuertes fueron las presiones de Bolivar ante la voluntad de los pobladores de Guayaquil. El de Guayaquil era un de los temas que debían de tratar José de San Martín y Bolivar en su encuentro. Sin embargo, cuando San Martín llegó a Guayaquil encontró que Bolivar había procedido a anexar la provincia a Colombia. Esta anexión no contó con consulta alguna y fue un acto compulsivo respaldado por el ejercito de Colombia que ejerció presión sobre el cabildo reunido y sobre una asamblea convocada para tal efecto.
Convención Galdeano-Mosquera
A fin de culminar los temas pendientes por las fronteras entre Perú y la Gran Colombia fue firmada en Lima, el 18 de diciembre de 1823, la convención Galdeano-Mosquera. Fue aprobada por el Congreso Constituyente peruano y en ella ambas partes reconocían como límites de sus territorios los que tenían en el año 1809 los ex virreinatos del Perú y Nueva Granada. Medio año más tarde el Congreso de Gran Colombia desautorizó la convención.
La misión Villa
Después de que Bolivar abandonó el Perú en 1826, el gobierno peruano envió a José Villa, emisario plenipotenciario ante el libertado, con el objetivo de demandar el retorno de los soldados peruanos enviados por Bolivar a Gran Colombia. Antes de entrevistarse con Bolivar, Villa recibió una demanda por la cual se solicitaba al Perú la devolución de Jaén y Maynas. Esta situación generó la guerra entre Perú y la Gran Colombia.
Peruanidad de Jaén y Maynas
Jaén había pertenecido a la jurisdicción virreinal peruano hasta 1739, cuando pasó a formar parte del nuevo virreinato de Nueva Granada, sin embargo, aquella determinación no debilitó los lazos que Jaén había desarrollado con el Perú.
Así, al llegar las noticias de la proclamación de la independencia del norte del Perú, en Jaén se nombro un nuevo gobernador interino, que fue ratificado el 4 de junio de 1821, fecha en la que se proclamó y juró la independencia que, de inmediato, fue comunicada al general San Martín, asimismo, cuando el libertador asumió el protectorado del Perú, en Jaén fue reconocido como tal.
Maynas fue parte del virreinato del Perú desde su creación en el siglo XVI y pasó a integrar el virreinato de Nueva Granada al crearse este, fue reincorporado al virreinato del Perú por lo estipulado en la real cédula de julio de 1802.
Los vínculos territoriales, las situaciones de derecho y los lazos tradicionales de la población han sido siempre los elementos que sustentan la pertenencia de estos territorios al Perú.
Tratados con la Gran Colombia
Bolivar reconoció la pertenencia de Jaén y Maynas al Perú. De hecho, durante las negociaciones diplomáticas que pusieron fin al conflicto peruano-grancolombiano, no se volvería a hacer reclamo de tal naturaleza.
El 29 de febrero de 1829 se firmó el tratado de Girón. Allí se establecía que ambos gobiernos nombrarían una comisión para arreglar los límites de los dos Estados, teniendo como base la división política de los virreinatos de Nueva Granada y el Perú en agosto de 1809. El tratado de Girón debió poner fin al conflicto, sin embargo, este quedo en suspenso.
La paz definitiva se sellaría con el tratado Larrea-Gual del 22 de setiembre de 1829, también llamado tratado de Guayaquil. Fue firmado por los plenipotenciarios José Larrea y Loredo, por el Perú, y Pedro Gual, por la Gran Colombia. Dicho tratado no fue de límites sino de paz y amistad; sin embargo, reconoció por límites a los nuevos virreinatos de Nueva Granada y del Perú.