Pedro Pablo Atusparia, líder de una rebelión indígena que estalló en Huaraz (departamento de Ancash) durante la guerra civil entre los caudillos militares Andrés A. Cáceres y Miguel Iglesias. Como alcalde del pueblo de Marián, cercano a Huaraz. Atusparia redactó un memorial contra los desmanes del prefecto Francisco Noriega quien, manejando arbitrariamente las rentas de la localidad, varió los documentos de las contribuciones con afán de lucro personal; asimismo hizo a los indios trabajar arbitraria y rudamente reimplantando un servicio personal. Finalmente, lo que hizo estallar la sublevación, fue el intento del prefecto de restablecer el tributo indígena o contribución.
Sublevación en el callejón de Huaylas
Todos los alcaldes del callejón de Huaylas protestaron, pacífica y respetuosamente, por esta última medida; sin embargo, Atusparia fue apresado y torturado para que declarara quién había escrito el memorial. De este modo, 40 alcaldes se negaron a cobrar la contribución y fueron a reclamar por la libertad de Atusparia; en este incidente el prefecto ordeno que se les humillara cortándoles el cabello, señal de autoridad y dignidad. Irritados los alcaldes ordenaron a sus indios atacar a las autoridades abusivas y lograr la libertad de los presos. Armados con piedras, machetes, picas y alrededor de 300 fusiles que habían robado al ejército chileno durante la guerra del Pacífico, los habitantes tomaron Huaraz el 1 de marzo de 1885; asaltaron diversos establecimientos comerciales, principalmente de asiáticos, y en la noche aparecieron fogatas en los cerros.
Atusparia fue reconocido como caudillo de la rebelión en su condición de delegado supremo de las comunidades indígenas. Tratando de evitar inútiles desmanes y al mando de desorientadas huestes, Atusparia se dirigió hacia el norte de la zona y tomó el pueblo de Carhuaz. En las localidades habitadas mayoritariamente por indios fue recibido triunfalmente y estableció su improvisado cuartel general en el pueblo de Mancos; pronto también cayeron bajo su dominio Yungay y Caraz, y hasta algunos poblados indígenas
del vecino departamento de Huánuco, al otro lado de la cordillera Blanca, celebraban los triunfos de Atusparia. La situación duró unos dos meses hasta que el gobierno de Lima, presidido por el general Andrés A. Cáceres, mandó una expedición al mando del coronel José Iraola. Ésta fue en un principio derrotada por “Ushcu Pedro”, presunto minero y lugarteniente de Atusparia, y obligada a retroceder hacia Casma. Sin embargo, reorganizada, avanzó nuevamente desconcertando a los rebeldes y recapturando Yungay. Entre el 21 de abril y el 3 de mayo las tropas de Iraola fueron dominando a los rebeldes hasta tomar Huaraz. En uno de los enfrentamientos murió el escritor Luis Montestruque, redactor del periódico de los alzados llamado El Sol de los Incas. Atusparia fue herido y apresado; se le atendió con esmero por sus vanos intentos de controlar los desmanes y evitar muertes inútiles. Fue llamado a Lima y recibido por el presidente Cáceres, quien le prometió defender a los indios del callejón de Huaylas en los reclamos que habían formulado.
Muerte de Pedro Pablo Atusparia
No obstante, al regresar a Huaraz, Atusparia fue envenenado durante un banquete que le ofrecieron los alcaldes. Los indios más radicales, comandados por el llamado “Ushcu Pedro”, continuaron la rebelión. Este indio sólo aceptó en sus filas a hombres que hablaran quechua como único idioma y rechazó a los que hablaban español. Reclamó el retorno de los incas y el repudio a todo lo occidental utilizando un mensaje milenarista. Incluso recapturó durante nueve días Huaraz y siguió con sus correrías y desmanes hasta que fue capturado y ejecutado (setiembre de 1885).