Teodoro Francisco de Croix, XXXIV virrey del Perú, caballero de la nobleza valona. Hijo de Alejandro Francisco Maximiliano de Croix, marqués de Heuchin, y de Isabel Clara Eugenia de Heuchin Longastre. Nació en el castillo de la Prévote, cerca de Lille, el 30 de junio de 1730. A los 16 años de edad ingresó a las reales guardias españolas como alférez de granaderos, pasando de inmediato a servir en Italia. Fue transferido al regimiento de guardias valonas en 1750. Se incorporó posteriormente a la Orden Teutónica y, ascendido al rango de coronel, concurrió a la campaña de Portugal, bajo las órdenes del conde de Aranda (1762). En el séquito de su tío Felipe Carlos Francisco de Croix, nombrado virrey de la Nueva España, cruzó en 1766 el océano a bordo de “El Dragón” y empezó su carrera política. Fue designado capitán de la guardia virreinal de México y gobernador de la provincia de Acapulco, con la responsabilidad de cautelar los intereses de la hacienda real, vulnerados por el contrabando que se hacía a través del galeón de Manila. En compañía de su tío abandonó el territorio novohispano en 1771 para reintegrarse, por breve lapso, a los reales ejércitos. Desde 1775 volvió a encontrarse en la Nueva España, investido con la gobernación de las provincias septentrionales de Sonora y Sinaloa; se preocupó en tal forma por la rectitud de su oficio, que visitó cuatro veces las diversas regiones de su jurisdicción. De allí fue promovido al virreinato del Perú y presidencia de la audiencia de Lima (15 de febrero de 1783), cargos que se le otorgaron juntamente con el rango de teniente general.
Teodoro Francisco de Croix como Virrey del Perú
Tomó posesión oficial del mando en la ciudad de Lima el 6 de abril de 1784. Una de las primeras labores que cumplió fue el establecimiento del régimen de intendencias y subdelegaciones, en reemplazo de los corregimientos (1784); medida con la cual se buscaba descentralizar la administración pública y atender con más prontitud las necesidades de las provincias. Además, puso en funciones el Tribunal de Minería de Lima (1786) e instaló la audiencia del Cuzco (1788). Atendiendo las quejas que se multiplicaban sobre asaltos de maleantes tanto en el campo como en la ciudad, dispuso la creación del tribunal de la Santa Hermandad. Estimuló la fabricación local de pólvora para eventualidades de defensa y desarrolló, en general, una administración extraordinariamente honesta. Respondió siempre de forma magnánima a las demandas de caridad. Y dejó en solvente posición las arcas del Estado cuando abandonó el gobierno virreinal, el 25 de marzo de 1790, a su propia instancia. El caballero de Croix emprendió el retorno a la península ibérica por la vía del cabo de Hornos. Fue distinguido con la gran cruz de la Orden de Carlos III. En la corte de Madrid, a la edad de 61 años, falleció el 8 de abril de 1792.