La ciencia en la colonia se inició y difundió de diversas formas. Al llegar los españoles al Perú, debieron enfrentarse a una serie de conocimientos científicos radicalmente distintos de los europeos, desarrollados por los indígenas y adaptados al medio ambiente de los indígenas. A pesar de la imposición de los conocimientos europeos, algunos de estos saberes lograron perdurar a través del tiempo.
Naturaleza y Ciencia
En un intento por comprender y controlar la naturaleza que los rodeaba muchas personas involucradas con la ciencia como los cronistas, sacerdotes, funcionarios, naturalistas, médicos, geógrafos, ingenieros, militares y universitarios se esforzaron por plasmar estos conocimientos en sus publicaciones. Esos conocimientos permitieron mejorar la economía y la salud pública, así como la elaboración de mapas y generar un conocimiento más detallado del nuevo territorios.
Desde muy temprano se manifestó el interés por la ciencia; muestra de ello fue la fundación de la Universidad de San Marcos (1551), la organización de un tribunal médico denominado Protomedicato y la creación del puesto de cosmógrafo, que entre sus funciones tenía la elaboración de El conocimiento de los tiempos, publicación anual que presentaba observaciones astrológicas, meteorológicas, demográficas y políticas.
A los cronistas que registraron datos sobre la flora y fauna andinas, como Pedro Cieza de León y el Padre Antonio de la Calancha, se sumaron otros, entre los que destacan los jesuitas José de Acosta y Bernabé Cobo, autores de la Historia natural y moral de las Indias e Historia del Nuevo Mundo, respectivamente. Acosta realizó la primera presentación global de la naturaleza sudamericana y precisó que las características de la geografía del Perú lo hacían un territorio cómodo y amable para los seres humanos. Fue el primero en sustentar la idea de la singularidad del medio ambiente peruano.
Bernabé Cobo recorrió los Andes evangelizando indígenas y recolectando información acerca de plantas y animales, muchos de ellos desconocidos por los europeos. Sin embargo, la importancia de la información que se registró se conoció a partir del siglo XIX, cuando su obra fue publicada de manera integral.
Medicina colonial
Durante la colonia temprana, los conocimientos sobre la naturaleza y la medicina estuvieron mediatizados por las ordenes religiosas, ya que los asuntos intelectuales debían estar subordinados a la teología y la escolástica. Para entonces, existían varios hospitales en Lima y en provincias, dirigidos por los religiosos. Los que destacaban en Lima fueron el Hospital de Santa Ana, dedicado a los indígenas, el de los españoles, llamado Hospital San Andrés. En esa época muchos españoles consideraban que no era necesario entrenar a más médicos debido a la excelencia de las hierbas medicinales nativas.
En ese entonces, la medicina recurría a explicaciones provenientes de la astrología. Un ejemplo de ello fue el libro de Joan de Figueroa, Opúsculo de astrología en medicina, publicado en Lima en 1669. Durante el siglo XVII, se intentó librar la medicina de esa influencia; muestra de ellos fue la publicación de Luz de la Verdadera Cirugía del cirujano Gago de Vadillo. Es importante destacar que durante la administración del virrey Fernández de Cabrera (conde de Chinchón) se crearon, en 1634, las primeras cátedras de medicina en San Marcos, donde los profesores leían textos clásicos de Hipócrates, Galeno y Avicena.
La cura de la malaria
Las cualidades curativas de las hierbas medicinales nativas hicieron que los españoles dudasen de la necesidad de entrenar más médicos. El descubrimiento de la quina (sustancia proveniente de la corteza de árboles norandinos) fue el caso más destacado de la incorporación del saber indígena a la terapéutica europea. Los curanderos mostraron que la quina tenía un efecto favorable, contra la malaria. En 1630, la esposa del Virrey, la condesa de Chinchón, se enfermó de malaria y la quina enviada por funcionarios de Loja la salvó. Cuando los condes retornaron a España, difundieron las propiedades medicinales de esta planta. Así, en honor a la condesa, el botánico Linneo clasificó la corteza peruana bajo el nuevo genero de chinchona.