La Minería pasó a ser uno de los pilares de la economía colonial. Si bien no fue la única actividad productiva introducida por los colonizadores, la minería fue la que determinó más cambios económicos, sociales e inclusive políticos. Resulta sintomático que frases como ¡Vale un Perú! o ¡Vale un Potosí! se acuñaran en la época colonial, debido a la marginación de quienes soñaban con las riquezas, especialmente el oro y la plata, que el Perú producía.
Fin de los buscadores de tesoros
A medida que se establecía la administración virreinal, la posibilidad de encontrar y saquear tesoros fue llegando a su fin. Si bien fue cierto que se siguieron organizando expediciones con el objetivo de hallar las míticas ciudades de oro, estas nunca se encontraron. Lo que hallaron los viajeros fueron algunas minas trabajadas en pequeña escala desde tiempos pre-hispánicos, donde los metales, como la plata, se encontraban entremezclados con otros minerales. Esa situación obligó a la organización de la actividad minera.
Minerales explotados
La plata fue el mineral más abundante y explotado durante en el virreinato, mientras que la explotación de oro solo alcanzó niveles importantes hasta 1550, aproximadamente. El mercurio, metal liquido conocido entonces como azogue, cobró relevancia, pues era usado en la obtención de la plata. Los metales no preciosos, como el cobre, fueron apenas aprovechados, mientras que el hierro, abundante en nuestro territorio, no fue explotado. Esta situación promovió la importación desde España de instrumentos de hierro como azadas, picos, barretas, clavos y martillos.
Yacimientos mineros
La explotación organizada de minerales empezó en la década de 1540, y el yacimiento de plata de Potosí (1545), Bolivia, fue uno de los más importantes. Se calcula que de este lugar salieron las dos terceras partes de la plata peruana que se produjo hasta 1776, año en que la mina pasó a pertenecer al virreinato del Río de la Plata.
También fueron importantes productoras de plata las minas de Castrovirreyna (1590) en Huancavelica, Oruro (1608) en el actual territorio boliviano, Caylloma (1608) en Arequipa, Laicacota (1619) en Puno, Lucanas y Parinacochas en Ayacucho y Canta en Lima, las tres últimas descubiertas hacia 1630. Si bien las minas de Pasco empezaron a ser trabajadas desde 1567, su producción cobró importancia recién en el siglo XVIII.
La Huaira
Los pobladores americanos conocían métodos para producir plata antes de la llegada de los españoles. Su técnica se basaba en el uso de unos hornos llamados huairas. Éstos eran usualmente invertidos de piedras de hasta 2 metros de altura y un diámetro de 75 centímetros. Eran de dos tipos: con estructuras verticales fijas y móviles. Utilizaban leña o estiércol de llamas u ovejas como combustible, y el fuego en el que ponían los minerales era avivado por el viento que soplaba en las laderas de los cerros. Así conseguían derretir un metal plomoso que, a su vez, derretía la plata. Este método acarreaba la pérdida de parte de la plata.
Etapa de la Huairas
Se conoce como la etapa de la huaira al periodo en la que la minería estuvo casi por completo en manos de los indígenas. Las huairas eran pequeños y sencillos hornos de piedra para purificar minerales. Durante este periodo los indígenas hicieron prevalecer sus técnicas de producción. Este etapa duró hasta la década de 1570.
Dos décadas después del descubrimiento de Potosí, las vetas explotables dejaron de estar en la superficie y debieron ser rastreadas subterráneamente, lo que elevó los costos de extracción. Las huairas dejaron de ser eficaces pues el combustible requerido escaseaba, ya que se había depredado el queñual, el único arbusto existente en las punas.
Esto motivó la experimentación de nuevas técnicas para la explotación del metal.
El azogue y el método medina
El sistema de la huaira fue descartado al iniciarse la purificación de la plata utilizando el mercurio o azogue. Para este nuevo método, la plata debía estar en estado polvo, al que se le aplicaba el mercurio, que tenia la propiedad de absorber el metal precioso. El resultado era una amalgama llamada pella. Luego se separaba el azogue de la pella, se recuperaba la plata en estado puro y podía usarse el azogue nuevamente. Este método, patentado en México por el español Bartolomé de Medina en 1555, lograba inclusive conseguir el beneficio de minerales de ley más baja. Pedro Fernández de Velasco, después de varios intentos, logró adaptar el sistema exitosamente en 1572 en Potosí.
A diferencia de México, el Perú tuvo la ventaja de contar con el azogue, que se extraía de las minas de Santa Bárbara (Huancavelica), descubiertas en 1564.
La Ruta del Azogue y principales Yacimientos
El azogue se empezó a extraer de la mina de Huancavelica en 1564, uno de los centros mineros de mayor importancia en Hispanoamérica. En 1573 los yacimientos fueron expropiados por la corona española. Diego de Holgado fiscal de la Real Audiencia de Lima, se refería a la mina como la más preciosa joya de Su Majestad en América. Y es que sin el precioso metal líquido, la producción de plata se hubiese visto seriamente afectada. El azogue permitió el desarrollo de la técnica de la amalgamación, que reemplazó a las huairas y permitió purificar mayores cantidades de plata en menos tiempo. Los yacimientos de Huancavelica se hallaban en el cerro Chacllatana.
Cambios en la Minería
La implantación del método Medina tuvo dos consecuencias importantes: revolucionó la minería al triplicar la producción de plata en el Perú y despojó a los indígenas del control técnico y social de la producción. En adelante ellos solo contarían como mano de obra del sector minero.
Para obtener los beneficios del nuevo método, se requerían importantes inversiones en infraestructura. Se montaron grandes ingenios de piedra para triturar y moler los minerales hasta reducirlos a polvo. Estos ingenios eran movidos por fuerza hidráulica, por lo que se requirió la construcción de represas. En Potosí se erigió una veintena de ellas.
A veces, en lugar de la fuerza hidráulica, se utilizaron mulas en los llamados molinos de sangre. También se necesitaron patios de loza o cajones de madera de varios metros de diámetro, donde se mezclaban las sustancias, a las que se añadía sal y otros reactivos como el hierro molido.
La adecuada mezcla de sustancias requería el uso de caballos y, luego, de tinas impermeables donde se lavaba toda la masa.
La producción en mayor escala en esta nueva etapa demandaba la extracción de más minerales de las minas, lo que llevó a la construcción de socavones para la minería subterránea.
Mita Minera
El trabajo minero a gran escala no solo requería infraestructura; también demandaba cantidades de mano de obra muy superiores a las utilizadas en la etapa de la huaira. Pero el colapso demográfico sufrido por la población indígena tras la conquista significó una escasez generalizada de trabajadores. Los indígenas disponían de pronto de abundantes tierra y no se sentían atraídos por el prospecto de trabajar en las minas. Los españoles tampoco querían desempeñar ese trabajo, pues en España se lo relacionaba con un bajo estatus social. Se intentó utilizar esclavos para trabajaran en los yacimientos, pero por razones de clima o costos, estos no ofrecieron una solución.
Entonces el virrey Toledo organizó la mita minera, basada en una vieja institución incaica. Se trataba de un sistema rotativo de trabajo forzado que debian cumplir todos los varones indígenas entre los 18 y 50 años de las provincias cercanas a los centros mineros. Las cuotas de mita se destinaban solo a las minas de Potosí y Huancavelica. La mita minera no era una obligación individual sino colectiva. Una séptima parte de los varones tributarios debía concurrir cada año a las minas, donde trabajarían por todo un año y recibirían un salario de tres pesos semanales.
Mita de Faltriquera
A pesar de la colaboración de los corregidores y autoridades indígenas para hacer efectiva la mita minera, esta fue erosionada por la persistente caída demográfica de la población indígena y por ciertas prácticas fraudulentas. Surgió la llamada mita de faltriquera, que liberaba a un indígena de su obligación a cambio de pagar una cantidad de dinero a la autoridad responsable, la que debía entregar la suma al minero afectado para que contratara aun trabajador libre en lugar del mitayo ausente. Sin embargo, el dinero no siempre llegaba a su destino.
Efectos de la Minería
Extraídos de sus pueblos de origen, los indios que acudían a la mita minera se vieron insertos en un nuevo contexto cultural al estar en contacto con mestizos, españoles e indígenas de otras regiones. Además, ingresaron a la práctica del trabajo asalariado, el uso de la moneda y la vida urbana. Los indígenas que habían pasado por la mita minera fueron llamados ladinos.
Crisis Minera
En el siglo XVII la actividad minera llegó a un punto de crisis, pues decayó la producción de plata y azogue, y el monopolio que el Estado tenía sobre los insumos tambaleó ante el acaparamiento y las deudas impagas de los mineros con la caja fiscal. Ante la presión estatal, estos amenazaron con dejar de producir el metal. En realidad, ellos estaban más preocupados por mantener los privilegios de créditos y subsidios concedidos por el rey que en producir metales, lo que finalmente desencadenó guerras internas.
El Mundo alrededor de la minas
La intensidad de la actividad minera fue tal que hacia 1600 Potosí superaba los cien mil habitantes, cuando en Lima solo había unos quince mil. La producción minera a gran escala aumentó la demanda de ingredientes y materiales como madera, piedras, sal, azogue, velas de sebo, capachos de cuero (bolsas en que se trasladaban los minerales) y ganado para el transporte. A la vez, se requería el trabajo de los canteros, carpinteros, herreros y metalúrgicos. La población trabajadora necesitaba los productos y servicios de comerciantes, notarios, entre otros. Todos ellos demandaban alimentos, vestido, menaje y, gracias a sus ocupaciones, tenían los medios para pagarlos. La minería no solo abrió un importante mercado interno sino también convirtió a los pueblos mineros en verdaderas ciudades.